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Niño pequeño expresando emociones con apoyo de un adulto en un entorno seguro

¿Por qué es tan importante trabajar las emociones en la primera infancia?

Durante los primeros años de vida, los niños están aprendiendo a entender el mundo que les rodea… y también lo que sienten. Alegría, tristeza, miedo, rabia. Todas estas emociones forman parte de su desarrollo, pero no siempre saben cómo expresarlas o gestionarlas.

Como psicólogos en Centro Alodis, queremos aportar nuestra experiencia para ayudarte a entender cómo se construye el mundo emocional en los primeros años de vida, y por qué es tan importante acompañarlo desde el respeto y la comprensión.

Cuando enseñamos a un niño a poner nombre a lo que siente, le estamos dando una herramienta muy poderosa: la capacidad de expresarse, de sentirse comprendido y de conectar con los demás.

En este artículo compartimos las claves para comprender el valor de trabajar las emociones en la primera infancia y cómo podemos acompañar a los más pequeños en este aprendizaje tan esencial para su bienestar.

Qué entendemos por emociones en la primera infancia

Las emociones son reacciones automáticas que nos ayudan a adaptarnos y comunicarnos con los demás. En el caso de los niños pequeños (entre los 0 y los 6 años), las emociones surgen de forma intensa y, muchas veces, sin filtros.

Son una parte natural y fundamental del desarrollo humano, presentes desde el nacimiento, pero su forma de expresarse y comprenderse evoluciona conforme el niño crece.  

Entender cómo evolucionan las emociones en cada etapa es clave para poder acompañarlos de forma respetuosa. Durante estos primeros años, el cerebro está en pleno desarrollo, y es precisamente en este momento cuando se pueden sentar las bases de una buena inteligencia emocional que les acompañe a lo largo de toda su vida.

De 0 a 1 año: emociones básicas y necesidad de vínculo seguro

bebé de 10 meses riendo

Durante el primer año de vida, los bebés ya muestran emociones como el malestar, el placer o la sorpresa. Aunque aún no pueden comprenderlas ni expresarlas con palabras, sí las manifiestan a través del llanto, la sonrisa, los gestos o los cambios en su cuerpo.

Aquí, el papel del adulto es esencial. Responder a sus señales emocionales de forma sensible y constante los calma y les transmite seguridad. Esta base emocional es la que más adelante permitirá que confíen en el entorno y empiecen a regularse por sí mismos.

De 1 a 3 años: expresión intensa y construcción del lenguaje emocional

Niña de 3 años llorando

Entre el primer y el tercer año, los niños comienzan a ganar autonomía, pero todavía no tienen la capacidad suficiente para gestionar la frustración o el enfado. Las emociones se viven con mucha intensidad, y su forma de expresarlas puede ser desbordante.

A medida que avanza el desarrollo del lenguaje, empiezan a poner nombre a lo que sienten, aunque con un vocabulario aún limitado. Es habitual que expresen su malestar a través de rabietas o cambios de comportamiento. En este momento, es fundamental que acompañemos sin juzgar y pongamos en palabras lo que el niño todavía no puede decir por sí mismo.

De 3 a 6 años: conciencia emocional y habilidades sociales

Niña de 5 años sacando la lengua

A partir de los tres años, los niños comienzan a reconocer sus propias emociones y también las de los demás. Identifican con más claridad cuándo están tristes, enfadados o contentos, y empiezan a relacionar esas emociones con situaciones concretas.

También surgen emociones más complejas como los celos o la vergüenza, y se desarrollan habilidades sociales vinculadas a la empatía, la espera o el autocontrol. En esta etapa, resulta especialmente útil ofrecerles herramientas para ampliar su vocabulario emocional, resolver pequeños conflictos y entender que todas las emociones son válidas, aunque no todas las conductas lo sean.

A medida que el niño crece, lo hace también su mundo emocional, y contar con adultos que lo escuchen, lo guíen y lo comprendan, marca una gran diferencia en su desarrollo.

Beneficios de trabajar las emociones desde una edad temprana

Educar emocionalmente a un niño no significa evitar que sienta tristeza o frustración, sino ayudarle a identificar lo que le pasa, ponerlo en palabras y aprender a gestionarlo. Les estamos dando herramientas para la vida.

Trabajar las emociones en la primera infancia tiene beneficios que se notan en el día a día y a largo plazo:

Les ayuda a expresar lo que sienten con palabras

Una de las cosas que más frustran a los niños es no saber cómo explicar lo que les pasa. Muchas veces, esa rabieta que parece desproporcionada es simplemente la forma que tienen de decir “me siento mal y no sé cómo hacerlo de otra manera”.

Poco a poco, si les acompañamos y les damos pautas para cómo expresarlo, aprenden a decir “estoy triste”, “me ha dado miedo” o “esto no me ha gustado”. Y cuando eso ocurre, todo cambia: se sienten comprendidos, más tranquilos… y más capaces.

Favorece que aprendan a calmarse por sí mismos

No se trata de que no se enfaden o no lloren. Se trata de que aprendan a reconocer lo que les pasa y encontrar una forma de gestionarlo. 

Fortalece su autoestima

La sensación de ser visto y comprendido es clave para que crezcan con confianza en sí mismos y en su capacidad para enfrentarse al mundo.

¿Qué pasa si no se acompañan bien las emociones en la infancia?

Muchas veces, sin querer, minimizamos lo que sienten los niños: “eso no es para tanto”, “no llores”, “ya se te pasará”. Lo hacemos con la mejor intención, buscando consolar. Pero cuando repetimos este tipo de respuestas, el mensaje que pueden recibir es: “lo que sientes no está bien” o “mejor no lo digas”.

Y la realidad es que, si no se sienten comprendidos, los niños no dejan de sentir… simplemente dejan de expresarlo.

Dificultades para identificar y comunicar lo que sienten

Cuando un niño no encuentra espacio ni palabras para hablar de lo que le pasa, se le hace cuesta arriba entenderse. A lo largo del tiempo, esto puede traducirse en bloqueos emocionales, dificultades para pedir ayuda, o incluso problemas de lenguaje vinculados a la expresión emocional.

Conductas desbordadas o falta de confianza en sí mismos

Las emociones que no se expresan de forma adecuada muchas veces salen por otro lado: en forma de enfados desmedidos, impulsividad, o retraimiento. También puede afectar a su confianza: si lo que sienten no es escuchado, pueden empezar a pensar que no merece la pena expresarlo.

Un niño que no se siente comprendido emocionalmente puede mostrarse más inseguro, desconectado o desafiante. No porque sea “difícil”, sino porque no ha encontrado aún cómo gestionar lo que le pasa por dentro.

Relaciones sociales más complicadas

El desarrollo emocional está muy ligado a la forma en la que los niños se relacionan. Si no saben identificar lo que sienten, tampoco podrán reconocer lo que sienten los demás. 

Cuando las emociones no se acompañan bien en la infancia, pueden convertirse en una carga silenciosa. Por eso es tan importante estar presentes desde el principio, con calma y sin prisa. A veces, lo único que necesitan es saber que estamos ahí, disponibles, aunque no sepamos exactamente aún qué decir.

Cómo trabajar las emociones en casa o en el aula

Podemos incorporar pequeñas acciones cotidianas que ayudan a los niños a reconocer, expresar y regular lo que sienten, simplemente con acciones como la presencia, la escucha y la constancia.

Hay formas sencillas y muy efectivas de acompañar sus emociones. Aquí compartimos algunas que funcionan muy bien:

Juegos y rutinas para identificar emociones

Una de las mejores formas para que los niños aprendan es jugando, por eso nos encanta utilizar juegos para identificar las emociones como mímicas, cartas de emociones o muñecos con distintas caras. También funcionan muy bien los cuentos que hablan sobre emociones y repasar las diferentes emociones que han sentido a lo largo de su día.

Lenguaje emocional adaptado a su edad

Es muy importante hablar de los sentimientos adaptándonos a su lenguaje verbal, expresiones como “estás enfadado porque querías seguir jugando” o “te ha dado miedo ese ruido fuerte, ¿verdad?” Poco a poco el niño irá interiorizando este lenguaje y usándolo por sí mismo.

Validar y acompañar sin juzgar

Sin darnos cuenta muchas veces invalidamos sus emociones con frases como “no llores”, “no es para tanto”, “ya se te pasara”… En su lugar podemos utilizar frases que den a entender que lo comprendemos, como “entiendo que estés triste”, “yo también me he sentido así alguna vez”.

Todas las emociones son válidas y merecen ser escuchadas.

Dar ejemplo con nuestras propias emociones

Los adultos también sentimos, y decirlo en voz alta les enseña que es algo natural. Frases como “yo hoy estoy un poco nerviosa, pero sé que se me pasará” o “me he sentido orgulloso de ti cuando has ayudado a tu compañero” son un modelo real y cercano para ellos.

Cuándo acudir a un profesional y cómo puede ayudar

Muchos niños aprenden a gestionar sus emociones de forma natural con el apoyo de su entorno, pero en otros casos es necesario acudir a un profesional. Es importante detectar a tiempo ciertas señales para saber cuándo buscar ayuda.

Señales que pueden indicar que el niño necesita apoyo emocional o del lenguaje

Cada niño tiene su ritmo, pero hay ciertas señales que pueden llamarnos la atención:

  • Le cuesta mucho expresar cómo se siente, incluso con ayuda.
  • Se frustra con facilidad y tiene rabietas muy frecuentes o intensas.
  • Tiende a aislarse o evitar el contacto con otros niños.
  • Tiene miedos muy intensos o bloqueos en situaciones cotidianas.
  • Hay dificultades en el lenguaje, especialmente al hablar de lo que le ocurre.
  • Parece muy irritable, sin una causa aparente.

Si alguna de estas situaciones se mantiene en el tiempo o interfiere en su día a día, puede ser buen momento para consultar.

¿Qué aportamos los logopedas en estos casos?

En Centro Alodis ayudamos a identificar y expresar lo que siente, no buscamos que “controle” sus emociones, ni que las oculte. Nuestro objetivo es acompañarle para que pueda entender lo que le pasa y, poco a poco, encontrar la forma de ponerle palabras.

Desde la psicología, trabajamos especialmente la conexión entre lenguaje y emoción. Muchos niños no expresan lo que sienten porque no encuentran las palabras adecuadas, no saben cómo hacerlo o simplemente no han tenido aún ese espacio seguro para intentarlo. Ahí es donde entramos nosotros.

Les ayudamos a desarrollar un vocabulario emocional, a reconocer sus propias señales internas, y a comunicar sus necesidades de forma más clara. Esto reduce la frustración, mejora su seguridad y les permite relacionarse mejor con su entorno.

Además, también acompañamos a las familias para que puedan continuar ese trabajo fuera de sesión, siempre desde el respeto al ritmo de cada niño.

Acompañar las emociones en la primera infancia no es cuestión de tener todas las respuestas, sino de estar presentes, observar, escuchar y ofrecer un espacio seguro donde el niño pueda sentirse comprendido. Cada gesto cuenta. Y cuando se trabaja desde el respeto, la paciencia y el vínculo, los resultados se reflejan en algo tan valioso como su bienestar.

Esperamos que este artículo te haya resultado útil. Y si en algún momento sentís que necesitáis un acompañamiento más personalizado, en Centro Alodis estamos aquí para ayudaros.

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